jueves, 3 de marzo de 2011

Disculparse por decir la verdad

La compasión por los sufrimientos de los demás seres humanos es el germen del cual florece el respeto. Sentirnos próximos al dolor de los otros y a la voluntad de aliviar sus penas es el camino para la paz, no hay duda de ello. 
Cuando una mujer se encuentra ante un embarazo no planeado son muchas las emociones que pueden invadirla, estas emociones varían dependiendo de las condiciones psicológicas y personales de cada mujer.
Lamentablemente vivimos en un momento histórico caracterizado por el individualismo y el hedonismo. El mensaje que se encuentra frecuentemente en los medios de comunicación es que la vida es para disfrutarla y cualquier inconveniente ha de ser evitado sin importar el precio.
Las mujeres que consideran el aborto han sido conducidas a pensar que terminar su embarazo es la solución a un problema al que ellas sienten que no pueden hacerle frente. Lo que ocurre luego de que se someten al procedimiento es que aparece un sufrimiento terrible que necesitara de mucho tiempo y ayuda para ser superar.
 La verdadera solución viene dada a través de educación en cuanto asumir la responsabilidad de mantener relaciones seguras en condiciones óptimas y con esto me refiero a una pareja estable bajo condiciones estables. La sexualidad debe asumirse de una manera responsable donde sean tomadas en cuenta no solo las consecuencias físicas que pueden surgir, sino además las emocionales y psicológicas.
Por otro lado las mujeres embarazadas deben tener la posibilidad de llevar un embarazo seguro con la certeza de que sin importar su situación, cuenta con el soporte económico y emocional necesario para criar a su hijo.
Sin embargo, las lamentables causas que llevan a las mujeres a tomar la decisión de terminar su embarazo no mitigan la gravedad del acto.
Los condicionamientos externos o emocionales no atenúan el deber de actuar conforme a los valores de respeto a la vida y a la existencia humana. La vida de un hijo no le pertenece a la madre, ella cumple una función protectora y amorosa que facilita el desarrollo del individuo.
 El contexto cultural en el que vivimos caracterizado por la mengua del sentido de la vida ha atenuado la percepción sobre la gravedad del aborto. Sin embargo no hay que olvidar que no nos corresponde a los seres humanos decidir cuándo o no es apropiado abrirle la puerta  la vida, esta llega con un derecho que le es propio.